El cambio climático es una amenaza latente para la vida en el planeta en el futuro, pero además hoy día, afecta directamente al suministro de combustibles, a la generación de energía y a la resistencia física de las infraestructuras energéticas que posee el hombre.
Las olas de calor extremas y las agudas sequías ya están poniendo a prueba la generación de energía existente en el planeta. Estos factores de grave perjuicio , hacen que sea aún más importante reducir en el corto plazo, las emisiones de combustibles fósiles. El mundo actual ya está sufriendo el impacto letal de unos fenómenos meteorológicos e hídricos extremos , cada vez más frecuentes como nunca antes se ha tenido experiencia en la historia humana.
Por ejemplo, en enero del año 2022, los apagones masivos causados por una ola de calor histórica en la ciudad Buenos Aires, Argentina, afectaron a casi 700 000 personas, mientras en noviembre de 2020, una lluvia helada cubrió las líneas eléctricas en la región oriental de la Federación de Rusia, dejando miles de hogares sin electricidad durante varios días. Y en los Estados Unidos, los bajos niveles de agua registrados en los embalses de los dos mayores embalses del país, los lagos Powell y Mead, están provocando hoy graves problemas para el abastecimiento de energía y agua en las ciudades y localidades aledañas.
La preocupación creciente por el impacto del aumento de la temperatura global en la seguridad energética es, por tanto, de primordial importancia para las Naciones. Una situación que hace que se deban redoblar los esfuerzos en la carrera hacia la meta de las cero emisiones netas de carbono. Este objetivo se conseguirá cuando las emisiones de CO2 procedentes de las actividades del hombre se equilibren a nivel global con su eliminación durante un periodo determinado. A esta situación se le conoce también como neutralidad del carbono.
La escasez de los recursos hídricos
En el año 2020, el 87% de la electricidad del planeta generada por sistemas térmicos, hidroeléctricos o nucleares dependía de modo directo de la disponibilidad de agua. Mientras tanto, el 34% de las centrales térmicas que son dependientes de la disponibilidad de agua dulce para su refrigeración se encuentran ubicadas en zonas de alto estrés hídrico. Esta, es también la situación del 16% de las centrales nucleares existentes, porcentaje que se estima aumentará al 25% en los próximos 20 años.
El 12% de la capacidad hidroeléctrica también se encuentra ubicada en zonas de alto estrés hídrico. Y aproximadamente, alrededor del 26% de las presas hidroeléctricas existentes y el 24% de las proyectadas, se encuentran en cuencas fluviales que en la actualidad tienen un riesgo medio o muy alto de sufrir escasez de agua.
Las centrales nucleares , que dependen de modo vital del agua para su refrigeración, también suelen estar ubicadas en zonas costeras bajas y, por tanto, son más vulnerables a la subida del nivel del mar y a las inundaciones relacionadas con factores climáticos imprevistos . Por ejemplo, este es el caso de la central nuclear de Turkey Point en Florida,EEUU, que se encuentra ubicada al nivel del mar, y los expertos pronostican que se verá amenazada gravemente en las próximas décadas.
Dar prioridad a la energía en los planes de acción climática
A pesar de estos riesgos que ya se avizoran en el horizonte, sólo el 40% de los planes de acción climática presentados por los países en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, dan prioridad a la adaptación del sector energético, donde la inversión debería el objetivo nro 1 y no tan baja como lo es en la actualidad. Según el informe de la ONU, es necesario al menos, duplicar el suministro procedente de fuentes de bajas emisiones para el 2030 si se quiere que el planeta pueda cumplir la meta de llegar a cero emisiones netas en 2050.
La rápida transición hacia las energías renovables contribuirá a aliviar el creciente estrés hídrico a nivel mundial, ya que la cantidad de agua utilizada para generar electricidad mediante energía eólica y solar es mucho menor que la requieren las centrales eléctricas más tradicionales, basadas en la energía nuclear y los combustibles fósiles.
Los esfuerzos no son suficientes
El estado de situación actual indica que los compromisos asumidos por los países están muy por debajo del nivel que se requiere para cumplir los objetivos fijados por el Acuerdo de París. Esta situación deja una brecha de casi el 70% en la cantidad de reducciones de emisiones necesarias para 2030. Esto se traduce en la práctica, a que las promesas de energía renovable representen poco menos de la mitad de lo que se necesita para cumplir el Acuerdo de París.
Según informa el Banco Mundial, las políticas y regulaciones que se necesitan para permitir la descarbonización del sector energético siguen siendo particularmente débiles en África, Asia y América del Sur . Lo que implica que gran parte del futuro de la humanidad se verá condicionado por la falta de acción o la lentitud de los países que son más frágiles en su estructura social y económica en el camino hacia su conversión energética.