Los desarrollos de biomasa en Argentina crecen a paso lento, pero seguro y firme. Sin embargo, según afirman los expertos el potencial que tiene el país para explotar este tipo de energía permanece desconocido en cuanto a sus capacidades totales de desarrollo.
La biomasa fue el primer combustible utilizado por el ser humano y el combustible más importante hasta la Revolución Industrial. Se utilizaba para cocinar, calentar el hogar,hacer cerámica y, más tarde, para fabricar metales y hacer funcionar máquinas de vapor. Fueron estos nuevos usos, que requerían cada vez más energía los que fomentaron el uso del carbón como combustible sustitutivo a mediados del siglo XVIII.
A partir de ese momento se comenzaron a utilizar otras fuentes de energía más intensivas (con mayor poder calorífico), y el uso de biomasa descendió a un nivel históricamente bajo, lo que coincidió con el uso masivo de derivados del petróleo y los bajos precios de los combustibles.
A pesar de ello, la biomasa sigue desempeñando un papel importante como fuente de energía en diversas industrias y hogares, pero aún guarda un enorme potencial inexplotado. Los países del globo aún se encuentran inaugurando proyectos y plantas de biomasa y cada paso adelante, debe ser festejado como una conquista para el medioambiente.
Por otro lado, el carácter renovable y no contaminante de la biomasa y su papel en la creación de empleo y la activación de la economía de algunas zonas rurales hacen de la biomasa una opción clara para el futuro.
El potencial de la biomasa en el territorio argentino
En Argentina se realizaron estudios de campo tanto a nivel nacional como provincial para identificar el importante potencial de la biomasa como fuente de energía renovable en gran parte del territorio del país. Parte de ese potencial son los subproductos actualmente no utilizados (considerados residuos) de las cadenas productivas, especialmente la forestal, azucarera, frutícola , vitivinícola y ganadera .
La adecuada gestión de estos desechos en materia energética contribuye a la mitigación de efectos ambientales no deseados y a la diversificación de la matriz energética utilizando los recursos renovables disponibles localmente.
Las estadísticas del Comité de Biomasa de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader) muestran que en nuestro país hay entre 60 y 80 plantas de biomasa, 20 de las cuales son plantas industriales de gran tamaño. Estas instalaciones están destinadas principalmente al procesamiento de residuos sólidos urbanos o componentes orgánicos y mini-biodigestores o mini-lagunas cubiertas para uso domiciliario.
Según un estudio de 2015, estas iniciativas se encuentran principalmente en la zona norte de la provincia de Buenos Aires y en la región litoraleña. En el resto del país, Jujuy puso en marcha dos plantas de gasificación de madera y una planta de pirólisis de biomasa seca.
Salta impulsa los proyectos participativos relativos a los biodigestores familiares; Misiones aprovecha residuos forestales y frigoríficos; San Juan pretende hacer lo mismo con los residuos de la elaboración del vino. En Mendoza, se concentra en el mercado agrícola un proyecto de producción de biogás y energía solar térmica. Por otro lado, en el sur del país Chubut apuesta por la co-producción de energía a partir de biomasa residual de leña , mientras Tierra del Fuego se encuentra abocada a la construcción de una planta para reciclar y reutilizar residuos industriales. Por último, Tucumán se ilusiona con poder aprovechar de modo eficiente los derivados de la producción azucarera.
Un caso emblema en Argentina
Uno de los casos más representativos dentro de los proyectos exitosos de biomasa, lo encontramos en la provincia de Córdoba, donde en 2017 se puso en marcha una central eléctrica a base de cáscara de maní.
Se trata de una instalación que recolecta y comercializa 140 mil toneladas de maní al año y emplea directamente a 450 personas. La instalación cuenta con una turbina de vapor de 10 megavatios (MW) y una capacidad de 78.840 MW/h. La empresa utiliza el 10% de la energía para sus operaciones; el 25% para la industrialización del maní y el 65% restante se conecta y es inyectada a la red eléctrica nacional.
Con esta cantidad se puede abastecer aproximadamente 8.000 hogares anualmente. Para realizar este proceso, la cáscara de maní se recoge en celdas y de allí se transfiere a una caldera, donde se quema y se convierte en energía potencial de vapor de agua, la cual se transfiere a una turbina de vapor, donde se convierte en energía mecánica de rotación.Cuando se conecta a un generador,luego se convierte en electricidad.
Aunque muchos argumentan que aún falta el marco legislativo y financiero que impulse definitivamente al sector, los proyectos de producción de biomasa siguen creciendo y permiten una mayor producción de energía limpia en nuestro país.